lunes, 7 de julio de 2014

Hasta siempre Don Alfredo

Esta tarde se confirmaban los peores presagios para el madridismo: el corazón de Alfredo Di Stéfano, aquel que guió al Real Madrid hacia la leyenda, dijo basta.

Para alguien de mi edad, que aún en la séptima no entendía muy bien qué era eso del Madrid, educado por mi padre en el madridismo al calor de la octava y la novena, Don Alfredo era una figura lejana y desconocida, tal vez debido a cierto olvido por parte del club. Y no fue hasta que el presidente Florentino Pérez, en una de las mejores decisiones de sus mandatos, decidió hacerle presidente de honor cuando me fui empapando de lo que significaba ese abuelete simpático, que destilaba genialidad en todas y cada una de sus apariciones, eclipsando presentaciones de cracks de la talla de Figo, Zidane o Beckam.

No voy a hablar de sus logros, sus frases o sus anécdotas, para eso hay gente más cualificada. Hablo del sentimiento, del agradecimiento eterno que como madridista profeso por ese entrañable viejo que paseaba por el palco del Bernabéu bastón en mano como si fuera por el salón de su casa, que en efecto lo era. Sentimiento que nos une a todos los madridistas, desde los más jóvenes hasta los más ancianos, que aún me recuerdan "el día en que vieron jugar a Di Stéfano aquí en mi ciudad", pasando por aquellos como mi padre, quien sólo pudo atisbar el final de su fantástica carrera, pero aún así es plenamente consciente del legado de La Saeta.

Porque ése legado no es otro que nuesto club, el mismísimo Real Madrid, está incluso por encima de sus cinco Copas de Europa, está en el espíritu de ser el mejor, y aún así no conformarse nunca, no darse nunca por vencido, demostrarlo una vez tras otra y contra viento y marea. Éso es el Real Madrid porque así lo forjó él, y por ello no pasará un día de la historia de nuestro club sin que digamos: GRACIAS Don Alfredo, no te olvidaremos.

Ya corre La Saeta, ya ataca mi Madrid.

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